Rutas de la sabiduría comunitaria y concejil.

Caminos del buen gobierno y de la buena vecindad

ABRES (Vegadeo)

El monte comunal - A Espiñeira

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Si hay un ejemplo de buen gobierno y buena vecindad que se repite en todos los pueblos con tradición de llamada a concejo es la gestión de los usos del monte comunal.

En Abres, el monte A Espiñeira era una fuente inagotable de recursos y todos los vecinos y vecinas los aprovechaban en función de sus necesidades: madera para leña, pasto para el ganado, molido para las cuadras, áreas para el cultivo…

Afirma Conchi Lamelas que los montes vecinales en mano común son la forma más democrática de acceso a la propiedad: Se trata del derecho de los y las vecinas de un lugar a utilizar el monte y gestionar su uso sin la intervención de la administración ni de entes privados. La comunidad de Abres ha utilizado sus montes en mano común desde tiempo inmemorial. Nadie mejor que los habitantes del lugar, que conocen la orografía y sus recursos, pueden ser capaces de cuidar y gestionar su territorio.

Es esto lo que ha impulsado su lucha para el reconocimiento de A Espiñeira como monte vecinal en mano común. Este logro representa para la vencidad: el respeto a la dignidad de las personas que viven en el territorio, una apuesta por el desarrollo rural y el reconocimiento de la autonomía de las comunidades rurales para organizarse y aprovechar sus recursos.

Hoy en día los vecinos de Abres planifican nuevos usos para La Espiñeira, adaptados a sus necesidades y que sigan produciendo beneficios para pueblo.

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La organización de la pesca

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Abres es un pueblo de tradición pesquera. El río y la ría del Eo han sido durante siglos una de las mayores fuentes de recursos para sus habitantes. Es por esto que la pesca era una auténtica industria que contaba con una compleja organización, plenamente autogestionada por los propios pescadores de la zona. Las cuadrillas de pescadores se reunían en un edificio comunal, el pósito, donde acordaban los días, lugares y métodos permitidos.

Las chalanas eran las embarcaciones utilizadas para la pesca en la tradicionalmente conocida como Ría de Abres. Eran fabricadas en el pueblo y sus propietarios ofrecían también el servicio de cruzar de un lado a otro de la ría a quien lo necesitara. A cambio el pasajero o pasajera iba recogiendo “ouca”, un alga muy preciada para el abono de las tierras.

El excedente de pescado que no tenía venta en el mercado normalmente era repartido entre los vecinos y vecinas, en un acto de reciprocidad y buena vecindad.

Ángel y Tuxo insisten en que los pescadores eran los mejores guardianes del ecosistema fluvial, pues de él dependía su sustento y el de sus familias. Limpiaban las aguas y sus orillas, combatían especies invasoras, respetaban las épocas de cría de los salmones…

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La fiesta y otras costumbres comunales

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El espacio de celebración por excelencia en Abres es el prao de la fiesta. Este terreno fue comprado en común, hace aproximadamente 40 años, por los vecinos de la ría de Abres, es decir, habitantes de la orilla gallega y asturiana.

Todos los años, para la fiesta de Santiago y Santa Ana un grupo de vecinos se organizaban para construir comunitariamente un escenario para la banda de música: recogían la madera en el monte comunal, la llevaban al aserradero y montaban la estructura en este espacio.

Ramón nos explica que esta es solo una muestra de la buena vecindad entre los vecinos de Abres. Juntos realizaban muchos más trabajos en común: la siembra del trigo, el aprovechamiento de madera, la recogida del helecho para las cuadras…

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El pósito

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Hoy en día apenas se pueden observar las ruinas del pósito, pero durante mucho tiempo fue el centro de suministros marítimos y terrestres de todo el pueblo de Abres.

Su construcción fue promovida en el año 1929 y todos los vecinos pusieron de su parte para levantar este edificio: unos sacando piedras en la cantera, otros acarreando con su ganado, ayudando a los albañiles, poniendo las maderas o el tejado. Desde aquí se repartía entre las casas aceite, garbanzos, lentejas, harina…

Los más mayores también recuerdan el pósito como un lugar de deliberaciones. Ángel nos cuenta cómo se reunían para tomar decisiones acerca de la organización de la pesca, del reparto de trabajos en el monte comunal, etc. Además en él se hacían las celebraciones más importantes de los vecinos: bodas, banquetes… incluso alguna representación teatral.

El final del pósito tuvo lugar hacia los años 80. Tuxo nos explica que aunque lo intentaron no supieron darle continuidad. Hubo varios intentos de darle nueva vida al espacio pero todos fracasaron, hasta que el edificio fue declarado ruina y derruido rápidamente, ante la extrañeza de muchos de los vecinos.

Aunque hayan perdido el pósito, los vecinos y vecinas de Abres no han perdido su tradición de autogobierno. Hoy en día continúan reuniéndose para tomar decisiones en común, ahora en el colegio.

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El colegio

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Una muestra del buen gobierno de los vecinos y vecinas de Abres y de su afán en prosperar como comunidad fue la iniciativa de construir el colegio. Para ello recaudaron fondos, cedieron terrenos y trabajaron en su construcción.

Con la llegada de la Guerra Civil el mantenimiento del colegio se hizo insostenible y la comunidad acordó entregar su titularidad al ayuntamiento, lo que permitió su continuidad.

Ángel Puga recuerda con emoción a algunos de sus maestros y cómo les enseñaban, no solo la instrucción general, si no también el valor del trabajo en unos tiempos de pobreza y escasez. Así, con sólo 14 años, Ángel abandonó la escuela y empezó a trabajar cavando en el monte comunal para ayudar a su familia.

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Desgranar y convivir

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Desgranar las fabas implica una serie de pasos laboriosos que requerían la ayuda de más personas a parte del núcleo familiar, convirtiendo esta actividad en un punto de encuentro comunitario.

En primer lugar, las fabas se dejaban secar al sol para que los granos se soltaran más fácilmente de la vainas. Una vez secas, se golpeaban con un objeto contundente, como un palo, para liberar los granos. Era necesario tener destreza para asegurarse de no dañar los granos durante el proceso. Posteriormente se separaban los granos del resto de la planta, generalmente sobre una mesa cubierta con una manta, como describe Rocío Martinez, vecina de Abres. 

Durante estas reuniones, se compartía café, se charlaba sobre temas cotidianos y se ofrecía ayuda mutua entre  los vecinos. Estas actividades podían extenderse hasta altas horas de la madrugada. 

Además del desgranado, los vecinos colaboraban en otras labores agrícolas y ganaderas, como siembra y recogida de cosechas o ayuda en partos de ganado,  lo que fortalecía los lazos comunitarios.

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Lledías

(Llanes)

Taja

(Teverga)

Somao

(Pravia)

Parres

(Llanes)

Páramo

(Teverga)

Bandujo

(Proaza)

Lastres

(Colunga)

Poreñu

(Villaviciosa)

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